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Javier Fernández Paupy

Estar un poco loco


Guillermo Ueno promueve en una cárcel rosarina, desde hace más de dos años y una vez al mes, un taller de fotografía con los internos. Ueno insiste en decir que su participación es periférica –creo que su modestia lo lleva a exagerar– y asiste al espacio porque las fundadoras de Foto Crazy,Valeria Galliso y Paula Scaroni lo invitaron en el 2015. La idea de los talleres surgió de algo que escuchaban mucho decir a los presos sobre sus propios recuerdos: Tengo una foto en la cabeza. En esos talleres de cuatro horas, desde su encierro y con los pocos recursos de un penitenciario, trafican formas de libertad. Foto Crazy piensa y propone pensar, desde un marco no formal, situaciones, conversaciones y relatos alrededor de la experiencia del arte. A principios de 2016, Guillermo Ueno y Federico Hoffmann fantasearon, para recreación y entretenimiento de los presos, ofrecer un concierto. Después, Federico sugirió invitar a su padre, Sergio Denis. Durante más de 25 años, la estrella pop dio recitales a beneficencia en cárceles, cotolengos, leprosarios, lugares donde la sociedad esconde a gente con enfermedades raras. "Cuando toqué en Olmos", dice Sergio, "fui con gusto, pero les dije a los que organizaban que la próxima vez armen un escenario en el medio del patio, ahí hay cinco cuerpos de edificios, un tanque de agua de miles de litros y capacidad para 5.000 presos". Después cuenta que también tocó en Ezeiza y en la cárcel de máxima seguridad de Rawson.

La Unidad de Detención nº 3 del Servicio Penitenciario de la provincia de Santa Fé es una edificación antigua que ocupa una manzana, la que va de Estanislao Zeballos a Richieri a Suipacha a Pellegrini, y tiene la entrada por Zeballos 2951. Cuando la ronda de saludos terminó o parecía terminar, Sergio encaró al subjefe del correccional, alcalde mayor Jesús Fernández Waldemar, y le preguntó cuántos presos hay en la cárcel. "280, divididos en ocho pabellones" dijo el mayor con esa precisión de la que cierta gente parece disfrutar. "¿Y cuántos nos van a ver tocar?" preguntó el cantante. La respuesta, en castrense tono afirmativo, de Waldemar, no pareció gustarle a Denis. Waldemar le explicó que hacen siete recreos diarios para que no se crucen porque hay mucha gresca entre los presos de los distintos pabellones. Los que mandan, los que tallan, son los del pabellón de narcos, y los más odiados son los del pabellón de violaciones; los de robos y homicidios son más silvestres. A Sergio Denis la idea de tocar para un grupo reducido no le gustó. Quería tocar para todos los presos. Pero eso es imposible, explicó Waldemar, los violadores no se mezclan con los narcos. Entonces Denis pidió pasar por los pabellones a saludar y tocar con Federico, aunque sea, compases sueltos de sus canciones con acompañamiento de guitarra. No tengo la certeza de darle la seguridad que necesitan en todos los pabellones, insistió Waldemar. El cantor popular y el alcalde mayor negociaron un rato. Sergio, remera y pantalones chupines bordó, saco blanco de Giesso, zapatos marrones; Waldemar todo de negro y azul. Después de una tanda de agradecimientos, demanda de fotos y autógrafos, en la que no faltó ni el pedido de un celador de grabarle un mensaje de voz para su madre, una persona de barba y anteojos con un grabador apuntándolo, preguntó a Denis: "¿Qué es para usted venir a tocar acá?". "Para mí es estar en contacto con la gente a través de la música" dijo, "sin ninguna diferencia. Hace muchos años que lo hago, después paré un poco. Fui a las cárceles de mayor seguridad, cárceles de mujeres, penales de chicos y humildemente hago lo que puedo hacer con mi música. Si a un ser humano que está en desgracia le llevás música y algo lo mueve en el corazón a mí también me mueve". Después, un pastor adventista de un grupo de rehabilitación que funciona en el penal se acercó para regalarle una Biblia de tapa dura.

Tocaron en el patio con seis árboles viejos y puertas enrejadas que llevan al servicio médico, un gimnasio de pocas máquinas, una capilla y los baños. Durante el concierto, algunos presos tomaban jugo de naranja con hielo. Cantaron con entusiasmo manifiesto la línea que dice: "Quiero amarte y estar un poco loco", y los aires de cumbia de la canción que arenga: "Todos los domingos, todos los domingos", los envolvió en una situación quizás amena. Hoffmann tocó una canción de su último disco, "Los regalos", acompañándose con la guitarra. La parte en que cantó: "Y quito una a una las espinas en la noche asesina mientras todos los fantasmas se me acercan y me piden que les de calor", generó, por lo que pude ver, rumores e identificación entre los presos que repetían la palabra “fantasmas”, viéndose entre sí, entre risas, como si supieran algo del tema que no todos sabemos. Guillermo Ueno filmó el recital. Motor y Carlitos operaron desde uno de los bancos de ladrillos rojos donde estaba escrito con liquid paper: "Mamá grasias x ser como sos te amo viejita tu ijo Diego O. Rivera 1/07/2016", "Geraldin mi vida y mi rason de seguir t.k.m. Rio Paraná".

Después del concierto, Sergio Denis y Federico Hoffmann –Hoffmann, en alemán, significa hombre de pueblo– entraron a cuatro pabellones. Según Denis, los presos devolvieron mucho amor y no hubo nada feo. Se saludaban con las manos. Federico tocó con su guitarra unos acordes y Sergio cantó: "Vos sos la aventura…" Estaban contentos de haber visitado esos pabellones. Estrecharon la mano de muchos de los que viven en esos espacios con patios de celda compartida. "Aguante Central, Sergio" gritó alguien. Muy pocos prefirieron agachar la cabeza. "Mucho gusto Federico" dijo otro, con misterioso aplomo de lama. Pero Sergio tenía alguna queja: "Traés música para darle alegría a los presos y al final tocás para los canas y los asistentes sociales". Digan lo que digan los demás, llevar alegría a una cárcel es un acto revolucionario.

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Foto Crazy es un proyecto de investigación y creación artística que cruza formas como la fotografía, el video, la escritura y la improvisación performática. Surge en 2011, a partir de talleres organizados por sus fundadoras Valeria Galliso y Paula Scaroni, con internos de la Unidad Penitenciaria nº 11 de Piñero a 20 kilómetros de Rosario. En Foto Crazy hay una instancia que emparenta al arte con la delincuencia o el escapismo y algo de la malversación (détournement) de la que habló Guy Debord. Según palabras de sus integrantes, surge del deseo de salir de los encierros. También parte del presupuesto de que una verdad estética y una idea original no están necesariamente ligadas al mundo de las convenciones de los artistas formados. Si es cierto que el arte padece un mal porque está en manos de un solo grupo social, Foto Crazy despliega una variante desde la imaginación y burla ese estado de cosas. Según escribieron los mismos presos en una de sus publicaciones plaqueteras, "Foto Crazy es un paseo sin esposas, son las ganas de convertir en otra cosa el último verdugueo", "es el momento en el que el dolor de muela para, aunque ahí siguen las caries y el buraco", "es una risa desubicada, que contagia, en medio de una película pésima".

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