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Tobías Dirty

Líneas anónimas


Hay una muestra sin nombre, y para mi es inquietante porque me encanta el momento de ponerle nombre a las cosas, a las obras o las muestras y a todo.

Yo me puse un nombre falso porque lo necesitaba. La identidad es ese trabajo al que no podemos renunciar por que algo nos atrapa y que esperas ser despedido y así cobrar una indemnización…o algo así.

“Hoy voy a faltar”, pensas a veces, hoy voy a portarme bien, hoy no.

Pero esta muestra que alude en su titulo a la ausencia de un nombre me sigue llamando la atención, por que ademas es una muestra sobre rostros, mascaras de caras. Las mascaras también nos remiten a una persona y las personas tienen nombre. Se puede no tener padre ni madre, ni hijos, ni dinero, ni virtudes, ni sueños, pero siempre se tiene un nombre.

Incluso las personas que no pueden dar cuenta de su identidad, por que murieron y no hay quien pueda reconocerlas, tuvieron en algún momento un nombre.

En esta exhibición había muchos grabados en papel con imágenes de esas mascaras. También una instalación de columnas formadas por unos dispositivos de madera: las matrices con las cuales se reprodujeron las xilografías. Entonces de alguna forma se revela el proceso de producción quizás en un gesto de sinceridad del artista, que nos niega un nombre pero nos muestra un aspecto de la obra que siempre queda en el misterio de los talleres.

Igual cuando vi esas columnas con caras no pensé en la reproductibilidad técnica, no pensé en el trabajo, no pensé en Benjamin, no pensé en nada realmente intelectual, porque desgraciadamente no pienso así.

Lo que si puedo compartir es que automáticamente me acorde del templo de los hombres sin rostro que aparece en GAME OF THRONES, ese lugar increíble donde unos tipos tienen una religión de asesinos que matan por venganza y roban los rostros de los muertos y los ponen en columnas y después pueden transformarse en las personas que mataron para seguir sus misiones, LOL.

ADEMÁS ver estas caras raras me hace pensar que el éxito tanto de los neoliberales como de otras formas de poder del mal, se debe a su habilidad para cambiar de rostro. Los buenos siempre tienen la misma cara, la misma boca que pronuncia las mismas bondades. Los malos cambian, como los espíritus poseen cuerpos, absorben discursos, se apropian de todo, capitalizan cada paso, no piden permiso.

El problema es que los buenos tienen que ser reconocibles, por que algún indicio de camuflaje puede sonar a mentira y somos tan ingenuos que exigimos al bueno que nunca mienta.

Quizás Rosales esta dando cuenta de estas diferencias haciendo una suerte de nudismo: mostrarse públicamente sin un nombre resuelto para su exhibición ( aunque sea un juego). Mostrar la obra y como se produce, abrir la fabrica, por un momento hablar de las piezas en la galería como productos o mercancías, en definitiva hacer una entrega honesta sobre este trabajo especifico.

El marketing y la publicidad causan efectos, tienen cierto poder sobre nosotros y es difícil resistirse, por que nunca sabes bien donde empiezan y donde terminan, por que son atractivos, innovan, es decit que tienen algo de estrategia del mal.

En este caso la postura del artista es la opuesta, es mas la de asumir que los buenos no cambian, y es mejor ser derrotado por un hombre sin rostro que mirarse al espejo y no reconocerse.

Y la verdad es que a mi personalmente esa actitud me cae bien. Tiene algo de terco, de loco y de rebelde.

De ninguna manera voy a obviar ese lado del análisis sobre la relación trillada de los rostros sin nombre con la dictadura, por que soy argentina y no lo puedo evitar.

Quitarle un nombre a alguien es ejercer un poder de dominación sobre la identidad de esa persona, borrar el cuerpo de una persona es negarla. Pero la memoria incansable de la sociedad argentina recupera día a día la identidad de cada uno de los 30.000 desaparecidos, no podemos aprendernos todos sus nombres, pero los reconocemos y sabemos quienes son, al menos una vez vimos sus caras.

Mientras la muestra de Rosales sigue sin titulo, hay un nombre dando vueltas por todo el país y estoy seguro que lo escucharon: SANTIAGO MALDONADO, un artesano de 28 años que fue visto por ultima vez mientras era secuestrado por gendarmería en la protesta de la comunidad mapuche en Chubut contra la sanguinaria familia Benetton.

No sé en que rostro van a mutar esta vez, seguramente ya se estarán quitando la mascara del estado y cambiándola por otra.

Nosotros seguimos siendo iguales y exigiendo lo mismo, APARICION CON VIDA.

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