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Roberto Papateodosio

En el corazón del universo sonoro



En El momento previo a la forma de Melmann (metamúsica, 2020) hay, al menos, dos órdenes implícitas: Escuchen el silencio. Construyan la música. Como Marcel Duchamp, la recepción de la obra de arte es lo que cierra el círculo, aquello que prima sobre la concreción física del objeto. La música como concepto, como idea, como motor de conformación de sentido.


La audición, las imágenes mentales, lo informe va conformando una especie de función representativa de lo inaudible, en donde el sonido resultante se desplaza sin solución de continuidad.

Dice Murray Schafer: Yo me encuentro siempre en el corazón del universo sonoro. Este universo, este arte de componer el paisaje sonoro adquiere resonancia(s), va tomando forma si es posible decirlo así, desde y a partir del deslizamiento de detalles ínfimos: sonidos medioambientales, lira de cristal, pianos acústicos y eléctricos, pájaros. Y que nos busca y nos ubica en ese centro, corazón mismo de lo sonoro; experiencia individual e intransferible, escenario mental donde ya no hay mediación: solo uno y la obra.


Se me ocurre pensar la obra de Melmann como un clinamen: un eterno movimiento sonoro, causal, donde un sonido empuja y acompaña a otro, pero que no es infinito: en el inicio de la cadena hay algo que mueve sin necesidad de ser movido, motor inicial que no es empujado por nada, el momento previo a la forma sonora. ¿Será el lenguaje silencioso?


Campanas, el Amazonas peruano, todo en Melmann es utilizable en pos de la composición. Puntos de partida de una reflexión. Una música unísona, que, quizás, en algún momento es imposible de oír. Lo que oímos es su símbolo.


El momento previo a la forma de Melmann (metamúsica, 2020)


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