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Silvia Gurfein

Hacer un hueco



Pensamos la historia en décadas porque organiza y facilita su identificación y captura, pero la vida no fluctúa y se mueve con ese orden. El tiempo transcurre y los acontecimientos se despliegan movidos por otras fuerzas. El continuum se interrumpe, pega saltos abruptos y no siempre se desliza suavemente al ritmo regular de un reloj. Es cierto, de todas formas, que los ‘90 en la Argentina tienen alguna homogeneidad dada por el menemismo, es decir por la puesta en acción local (su entrada cómoda) del neoliberalismo y sus nuevos paradigmas que se desplegaban globalmente, pero por lo demás, es para mí un tiempo en el que podría incluir varios relatos muy distintos y los mares que fui navegando tuvieron densidades, profundidades y alturas muy diversas.


Voy a elegir un breve lapso y una acción, para intentar desde allí situada, aportar una visión de esos tiempos. Una visión fragmentada, sí.


Elijo este episodio de mi camino porque es poco conocido, quedan pocos vestigios de su existencia (no teníamos celulares que fotografiaran y filmaran todo, no había redes que multiplicaran los hechos y sus imágenes y las experiencias dejaban huella en le cuerpo, la memoria y poco más) y por tanto es una oportunidad para recordarlo, pero lo elijo sobre todo porque permite ver con claridad una operación que muestra un aspecto de la actividad artística en la que estoy especialmente interesada últimamente: crear no sólo la obra sino la escena, el contexto, que pueda recibirla. La obra empujando el espacio/tiempo, la artista misma haciéndole lugar o ambas en un movimiento simultáneo. El mundo no está necesariamente esperando lo que una trae. Las cosas no encajan tan bien. El calce es imperfecto. Las obras no son siempre tan autosuficientes y autónomas para sobrevivir sin nuestro cuidado. Se hace necesario crearle las condiciones para poder ser leídas, apreciadas o simplemente vistas. Este gesto es tanto material como simbólico. A veces puede significar tener que escribir, invocar unas palabras, otras armar rondas protectoras, otras buscar un espacio concreto donde hacerlas visibles, o quizás editar un libro o tal vez crear una pedagogía que colabore en articular ideas que luego nos acerquen a ciertos trabajos o sensibilidades. Y puede tomar muchas formas más.



La mitad de la década de 1990 me encuentra ya habiendo dejado atrás mis participaciones en el teatro y la performance que había desplegado en el underground de los ‘80, al tiempo que estaba terminando una relación amorosa importante junto al experimento de una pequeña banda de música y todo esto transcurría con una cámara de video profesional en mis manos. Visualizo esos tiempos como un zoom out del escenario teatral, un lento retirar mi cuerpo de las tablas y el momento de empezar a generar una obra, una materia por fuera de mí. Con esta cámara que poco tiempo después me robarían, (y de esa forma el mundo se encargaría de empujarme hacia otros medios, como la pintura) hice un extraño video de unos 20 minutos de la banda y sus raras canciones. Este material era un híbrido entre el documental, el video clip (¡era la época del video clip!) y el video arte. No se ajustaba a ningún formato existente y por ese motivo no tenía dónde mostrarlo. Entonces inventé un hueco, una anomalía que pudiera alojar ese material: Mercurio –músicos a través de video. El ciclo fue un experimento que sostuve en el Centro Cultural Rojas entre 1996 y 1998 en el que programé materiales inéditos de músicos, bandas, cineastas y artistas. Les invitaba a mostrar y producir especialmente material visual y sonoro para el ciclo. Y lo maravilloso era que todxs respondían acercando unos videos inclasificables, unas obras singularísimas que serían vistas una sola vez y exclusivamente en este evento.


Las más hermosas personas, las más raras, las ropas más bonitas y especiales, los peinados correspondientes, las drogas necesarias, nos reuníamos una vez por mes, atravesábamos las galerías del Rojas y nos sentábamos en el auditorio, que se convertía en un cine que proyectaba una torpísima letra M girando sobre sí misma acompasada por unos beats atmosféricos de Sun electric (corrí a buscar el cd que conservo -hermoso- y está sonando mientras termino este texto). Luego de este preámbulo comenzaba la visión de estas joyas audiovisuales. Por Mercurio pasaron Cenando con Suárez, rareza documental sobre Suarez dirigida por Bill Nieto y Miguel Mitlag que se estrenó allí, Pasto a las fieras (Lisa Kerner, Paula Huarte y +) , Dios, Carola Bony, SBB (reunión de texturas sonoras de Cecilia Biagini, Alejandra Seeber, Flor Böthlingk y Rocío García Orza), Carca, Estupendo (si mal no recuerdo dirigidos por Ale Ros), los recortes descartados de la película Silvia Prieto de Martin Rejtman , Cippolini conversa, dirigido por Martin Giménez Larralde, Emisor, Flavio Etcheto. Estoy casi segura que Pablo Shanton colaboró en algún video también y muchísimos más que lamento ahora no recordar. Una caja con vhs, flyers y programas con la información que mi débil memoria no retuvo quedó girando cuál satélite perdido en alguna de mis muchas mudanzas.


Ritual de reunión que daba la bienvenida al tiempo que despedía toda una época. Porque mientras hacía todo esto comenzaba a pintar en soledad, encerrada en mi casa, asombrada por el encuentro con la imagen, su capacidad de fusión dialéctica.


La impronta musical marcaría mis primeros años de pintura pero sobre todo se establecería una dinámica, la de estar entre dos cosas, un pie en la música y otro en la imagen, una mano en la escritura otra en la pintura y mil variantes de movimientos pendulares; pero sobre todo emergería para mí esta noción, esta forma de ser artista, que será no sólo mía: tener que construirlo todo, el instrumento y la ejecución, el discurso y la materia. La obra y el escenario. Excavar es siempre levantar un montículo semejante.


imágenes:


(1) La medida exacta del tiempo, 2003, óleo sobre tela, 109 x 193 cm.

(2) Ensayo sobre la imposibilidad de ver, 2005, óleo sobre tela, 150 x 150 cm.

(3) Ensayo sobre la imposibilidad de ver, 2005, óleo sobre tela, 100 x 100 cm.

#EspiralAños90 edición especial de textos críticos sobre los años 90s editado por Francisco Lemus y Mario Scorzelli

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