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Mara Pancho López

La era de la mamadera



Tomar vino en mamadera es la nueva moda impuesta por La Pulpería y ha generado intensos debates sobre sus virtudes y desventajas. Algunos se encuentran francamente preocupados por los peligros que esto puede ocasionar ante la inminente tercera ola de la pandemia, otros más infantiles y ocurrentes se dedican a improvisar chistes de temática sexual y los más acérrimos defensores de la mamadera señalan cómo principal virtud que acentúa los sabores y, sobre todas las cosas, que se ve divertido.


Después de complicados meses de aislamiento y sociabilidad virtual con motivo del Covid 19 las mamaderas irrumpen con sorpresa entre lxs artistas de la escena porteña, revolucionando aquella vieja tradición del vasito de vino descartable y cambiando así el acostumbrado paisaje. Mientras tanto, la organización mundial de la salud no se a expedido al respecto.

Seamos honestos: uno toma el vino como viene. Vaso, botella, copa... Fuera del confort del hogar, el recipiente es lo de menos. No hay juicio eral en cómo se toma un vino con amigues. Al ocuparse de la forma, La Pulpería apuesta por la conformación de un ritual, una preocupación estética que implica un mood colectivo: una panorámica en la que vemos artistas y afines arrojados por los pisos de una galería chupeteando mamaderas. El hedonismo como uniforme.


Surge la pregunta si luego de usadas las tetillas son desechadas o solo lavadas y vueltas a usar. Por otro lado, se rumorea que el Conicet está trabajando en un nuevo modelo de tetillas reutilizables pero no están seguros que puedan ser producidas en Argentina a gran escala.


Lo cierto es que como los nuevísimos juguetes PopIts que son furor entre lxs pequeñxs de la generación alpha, juguete cuyo diseño imita a las burbujas de plástico que suelen usarse para "apretar", "explotar" y "calmarse", así mismo las mamaderas podrían funcionar como excelentes objetos anti estrés y anti ansiedad. Además se ha demostrado que al morder la tetilla de la mamadera, el cerebro libera todo tipo de sustancias poderosas, pudiendo así alcanzar un tipo de placer perdido en el traumático momento del destete.


En este sentido, no es menor el juego que ocupa hoy por hoy la fobia a la identidad tradicional, la identidad estática y poco juguetona, casi pacata y entendida como límite violento. Igual que algunas chicas devienen en perritos y exacerban su inner self apostando por la creatividad de la máscara canina y la cola perruna de cuero vegetal; otras gustan de exhibir su bebé interior, y utilizan todo tipo de accesorios infantiles para reconectar con esa sensibilidad aniñada que el tradicional paso a la adultez reprime bestialmente. Visto como hábito de una comunidad, el vino en mamadera se puede considerar una práctica curativa y catártica.


Algunos estudiantes de arqueología y sociología han hecho hincapié en la importancia de conservar réplicas de tetillas de mamadera para futuros Estudios Culturales e investigaciones historiográficas performativas: "Creemos que en un par de años se van a convertir en un documento valioso… en la Universidad Nacional de Artes y en Puan se va a estudiar a los artistas que comenzaron a tomar vino en mamadera después de la pandemia".


Pero en materia de mamaderas no todo se trata de futuro. Cabe preguntarnos por el significado de esta elección de el deseo, el gusto y la embriaguez, en detrimento de la salud, el cuidado y la razón. ¿Dionisio toma en mamadera? ¿Será que bajo las capas de óleo del Baco de Caravaggio en lugar de haber una copa hay una mamadera y por eso Baco tiene tanta pinta de bebé?


Parece ser que las mamaderas llegaron para quedarse. Muchos serán los que hoy mismo salgan a buscar una mamadera por los bazares chinos de la ciudad. En el pozo económico en el que estamos inmersos el crecimiento de la industria de la mamadera puede erigirse como un posible rescate.



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